Amor retornable.

Amor retornable.

Vienes, me busca,

me hablas de amor,

juegas con mis sentimientos.

Sacias tu sed de amor.

Te vas.

Me dejas vacío,

no sé cuando volverás,

cuando te vuelva a dar sed, quizás.

Soy tu amor retornable, desechable,

me vacías, sacías tu sed,

esa sed sexual.

Te vas.

Soy tu amor retornable, desechable,

me llenas con lindas

palabras de amor,

me ilusionas,

me vacías.

Te vas.

Soy tu amor retornable, desechable.

Nunca te quedarás.

No me amas.

Te vas.

Soy tu mor retornable, desechable,

cuánto tiempo pasará,

esta vez, quizás

ya no vendrás.

Soy tu amor retornable, desechable,

sé que con otros estás,

y que muy pronto

regresarás.

Soy tu amor retornable, desechable.

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La última botella.

La última botella.

Mientras su cuerpo yacía dormido boca abajo, sus brazos hundidos en las almhoadas y por sus poros transpiraba una mezcla de diversos destilados de alcohol, ella, a su lado, despierta, intentaba levantarse, sin despertarlo, sabía lo que le esperaba si lo hacía, de la cama, su cuerpo vejado, mayugado, otra vez abusó de ella, en ése estado de embriaguez con el que acostumbra a llegar a su casa cada ocho diás. La viló. Esa noche, bebió la última botella de amargura. Logró levantarse de la cama sin despertar a su marido, se fue mal caminando hacia el baño, lo primero que hizo fue mirarse al espejo, vio su rostro amoratado, se palpó todo el cuerpo, un cuerpo marcado por los golpes. Se sentó en el escusado, orinó, se aseó, se levantó y salió del baño para írse a sentar en una silla del comedor. Lloraba. Miró todo el desorden que allí quedó: envaces vacios, vasos a la mitad, la mesa pegajosa por lo derramado, cenizas de tabaco esparcida por toda la mesa. Un asco. De pronto, allí sentada, desnuda, su senos descansando en el cristal de la mesa, miró una botella llena, sin etiqueta, sin marca, tapada. La destapó, bebió todo el contenido de un trago, se enjugó las lágrimas, se dirigió a la recámara, abrió el cajón del buró, sacó lo pistola, volteó el cuerpo hediondo a alcohol de su esposo, cortó cartucho y le disparó tres veces: la primera en los testículos ¡No más, cabrón!, la segunda en el corazón ¡No más, cabrón!, la tercera en medio de la frente ¡No más, cabrón! Esa botella, la última botella, contenía demasiados grados de valor.

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Amor pasajero.

No le quitaba la vista de encima. Estaban parados de frente. Ella vestía con ropa deportiva ajustada, de buen cuerpo, piel morena clara, ojos de color miel, piernas fuertes y torneadas, vientre plano y caderas amplias. Él, al contrario, la miraba discretamente a través de sus lentes obscuros. Viajaban a bordo de un trolebus. Diferentes destinos. De pronto, ella, con su mano derecha, le recorrió su pecho, y, mientras tanto, le dijo: qué rico hueles. En ese instante, el trolebus se detuvo, abrió sus puertas para el descenso, y sin más, ella se volteo y descendió, sin antes guiñarle un ojo y enviarle un beso. Él, se quedó así.

¡Vámonos!

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El restaurador de corazones.

Fue un pregonar distinto a los que ofrecen sus servicios, claro, el ofrece, también, su oficio, pero uno demasiado extraño. Me llamó la atención su pregonar, salí a hacerle una consulta sobre su labor tan extraña. Me preguntó si tenía un trago de tequila que le pudiera regalar, le obsequié la última botella que me quedaba en la cava, eso me recordó que tenía que agregar a la lista de insumos la compra de más botellas de tequila. A cambio de esta botella, le restauraré su corazón, si es que lo tiene dañado, ¿Por qué se dedica a restaurar corazones? No hace mucho tiempo, una mujer hizo añicos mi corazón, sus últimas palabras, en aquella cita, fueron martillazos, muy fuertes, que hicieron trizas mi corazón, no soporté el daño, no soy un escritor famoso, no escribo cómo los grandes autores, escribo porque me gusta no para gustar, primero ensalsó mis escritos para después reírse de ellos, así que cogí la última botella de tequila que me quedaba, antes de salir de casa, le di un gran sorbo, comencé a recorrer las calles, analizando mi vida, de principio a fin, me di cuenta de que no tenía nada, de que no era nadie, después, analicé la historia del amor que viví, recordé todo lo acaecido, de pronto, sin darme cuenta, comencé a gritar, por las calles:¡Corazónes rotos que restaurar! Así que, si tiene su corazón roto, se lo restauro. ¿Restaura corazones de mujeres y hombres? El corazón es el mismo y los sentimeintos son los mismos para todos, la bondad y la maldad existe en el ser humano. El rencor daña la bondad, por eso me dedico a la restauración de corazones, de sentimientos, no guardes rencores, cuéntamelo todo, ya estoy dañado, rencores más, rencores menos, me inmunicé, me convertí en un mounstro, insensible, inhumano, vivo de mi locura, de mi sinamor. Aís que, si tienes roto el corazón, te lo restauro. No había nada que restaurar en mí, le di las gracias, bebió el último trago que quedaba en la botella de tequila que le obsequié, me tendió la mano, me miro fijamente a los ojos, se despidió: no sé si vuelva a pasar por esta calle, ni siquiera sé si la recordaré, dio tres pasos y continúo su pregonar: ¡Corazónes que restaurar!

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Por un beso.

¿Cuánto cuesta dar un beso? ¿Cuánto estás dispuesto a pagar por un beso? ¿En cuánto venderías uno de tus besos? La verdad sea dicha, siempre he besado a quien he querido y me ha besado quien he querido que me bese, en la frente, en una mejilla, en lo labios, en la mano. Mis besos son sinceros, puros, representan lo que siento por las personas, no se venden, no tienen precio, el precios es lo que me haces sentir, lo que sientes por mí. También me he quedado con el antojo de un beso, nunca he pagado ni pagaría por un beso. Los besos que más me gustan son los sinceros, los que saben a honestidad, los que hacen temblar a mis labios, acelerar los latidos de mi corazón, los que me dicen te quiero, te amo. Hasta el beso de judas fue sincero. No, nunca he tenido la necesidad de pagar por un beso.

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El silencio de una mirada.

Un café insipido, por su añejamiento, el café no es como el vino. Palabras delatoras, inquisidoras. Un rostro clamando ser mirado. Un silencio atento. De pronto, clavó su mirada, pero no en su rostro, en sus ojos, siempre impertérrito, no observaba su rostro, cotejaba miradas con palabras, los ojos no enamora ni mienten. Entró en su alma, descubrió la realidad. El silencio hizo que explotaran las verdades. Él mantuvo el silencio, un silencio sepulcral. Ella no supo leer su mirada, sólo hablaba de sus actos, los ojos no enamoran ni mienten, una mirada a su rostro, otra al reloj. Ella no vio la realidad, no entró en su alma. Lo besó, besos sabor venganza, exitantes, inconclusos. Ya no había más tiempo, el reloj avanzaba rápido, el tiempo, tan relativo, a veces lento, a veces rápido. Él no es inteligente, él no es humano, es un mounstro, un pendejo, él no siente. El tiempo concluyó. Se despidieron en silencio, sin mirarse, ni si quiera a los ojos, los ojos no enamoran ni mienten.

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Perfección.

Perfección.

No, mi mirada no es perfecta,
no refleja mis sentimientos;
no, mi cuerpo no es perfecto,
no es el que deseas;
no, mi labios no son perfectos,
no te saben besar;
no, mi sonrisa no es perfecta,
no te enamora;
no, mis manos no son perfectas,
no saben acariciar tu cuerpo;
no, mis brazos no son perfectos,
no son musculosos;
no, mis piernas no son perfectas,
no están torneadas;
no, mi rostro no es perfecto,
tiene cicatrices;
no, mi voz no es perfecta,
no es varonil;
no, mis palabras no son perfectas,
no te agradan;
no, mis actos no son perfectos,
no te seducen;
no, mis letras no son perfectas,
tiene faltas ortográficas;
no, mis sentimientos no son perfectos,
no te convencen;
no, mi amor no es perfecto,
no lo sientes.

Perdón, amor:
soy un simple ser humano,
el peor de todos,
sin PERFECCIÓN.

¡Vámonos!

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Cuatro vientos.

Me enredo en tus letras misóginas, trato de descifrarlas, me arropo con tu musica, divago entre tus notas musicales, quedo dubitativo, no sé dónde estoy, ¿será el limbo? No dejes de escribir, de tocar el piano, no dejes de componer, no te vistas,  desnuda mi alma con tu poesía. Converjamos, allá, donde la música termina, donde nadie la escucha, donde seamos estridentes, gritando poemas de amor a los cuatro vientos, explayémonos.

¡Vámonos!

Poema: Cuatro vientos.
Autor:Geremías JEMS.
Escrito: 8, mayo, 15.
Hora: 21:55.

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Viceversa.

Tatuaré tus besos en mis labios; tus senos en mis manos; tu cadera en la mía.
Tatuaré mis besos en tu cuerpo; mis manos en tus senos; mi cadera en la tuya.
Tatuaré tu corazón en el mío y viceversa.

¡Vámonos!

Poema: Viceversa.
Autor: Geremías JEMS.
Escrito: 5/V/15
Hora en que se escribió: 23:00

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Huapango la Juana y el Pancho.

La Juana batiendo el chocolate en la cocina, su Pancho soplándole al anáfre en el patio de atrás; el chocolate espeso, el amor hirviendo, todo cocinándose a fuego lento, así es como sabe mejor, el chocolate y el amor.

¡Vámonos!

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