Vagabundo.

¿Puedo sacar mi bicicleta, mamá? Le preguntó mientras ella cocinaba, apresurada, pues su esposo llegaba de trabajar a las 15:30 horas, venía desde Azcapotzalco, allá por refinería, de la sucursal número veintisiete; ella llegaba más temprano, la sucursal uno queda en el centro de la ciudad, ambos trabajaban en aquella famosa institución donde uno empeña algún objeto para salir de algún apuro. Viven en el sur de la ciudad, Coyoacán, sobre la avenida Quevedo. Tenía media hora para cocinar. Le autorizó salir con su bicicleta un rato, en lo que llegaba su padre. Le sugirió que no se fuera lejos, porque en cuanto llegara su padre le gritaría para comer. Al pequeño le tocaba sacudir el mantel, limpiar la mesa, poner los manteles y colocar los cubiertos. Está bien mamá, andaré con mi amigo, el que vive en el edificio de atrás, me podrás ver por los cuadritos de la zotehuela. La celosía de la zotehuela era de cuadros y rectángulos, por éstos se puede observar el interior de los departamentos, principalmente la cocina y parte de la sala-comedor. Son departamentos pequeños. Fue a su cuarto por su bicicleta y se salió.

Su bicicleta tenía la llanta de adelante más pequeña que la trasera, anchas ambas, el manubrio era largo y curvo, las puntas cubiertas con plástico negro, el asiento un poco largo, cabían dos personas, las tijeras color acero, el cuadro rojo, en la parte más ancha de éste, con letras amarillas la marca Vagabundo. Nunca tuvo las llantas pequeñas traseras para principiantes. Estuvo un año arrumbada, le daba miedo caerse, pero al ver a su mejor amigo montado en su bicicleta se animó a montarse en la suya. Salió. No se montó en ella, se la llevó caminando al andador de atrás y allí se subió en ella. Comenzó a pedalear, le gritó a su madre para presumirle que ya sabía, pero esa distracción provocó su primer accidente, se estrelló con la celosía de su departamento y calló al suelo, su madre le gritó ¡Por buey!. No fue la única caída que sufrió, fuero tantas que hasta llegó con el pantalón roto de las rodillas y éstas un poco raspadas junto con los codos.

Al pasar los días la fue dominando mucho más, hasta caballitos se aventaba de entrada a entrada; derrapaba con ella hasta casi tocar el suelo, pintando rayas en el concreto; brincaba las escaleras de la cancha de básquetbol y la parte más alta de ésta; abría la puerta de la entrada de su edificio, se montaba en su bicicleta y salía brincando los dos pequeños escalones de su entrada. Eran acciones intrépidas para su edad.

En las tardes, algunas veces jugaban a ser los Guerreros con todos sus amigos. Se dividían en dos grupos, se iban al estacionamiento, a gran velocidad, del supermercado que queda cerca de donde viven. Esperaban a que llegaran todos, ambos bandos, se hacía una seña, se internaba en medio del estacionamiento, aventaban sus bicicletas y simulaban una gran pelea, similar a la de la película de moda: Warriors, se veía tan real que las personas que pasaban por ahí se asustaba tanto que se metían al primer comercio para observar la pelea y/o por miedo de que les fuera a pasar algo.

Un día salió con su bicicleta, eran alrededor de las 19:00 horas, un poco tarde para algunos niños, pero era temporada de vacaciones de verano. Estaba recorriendo todos los andadores, ya sea que se fuera rodeándolos o en zigzag andador por andador. No había mucha gente. Su mamá mirando la telenovela, su papá en su cuarto con sus relojes, revisándolos, o acomodando su herramienta. El andador donde vive es de mero paso. Así que estaba sólo, hijo único, de pronto pasó un muchacho más grande que él, de edad, le ofreció 5 pesos por dejarlo dar una vuelta en su bicicleta, con los cuales le alcanzaba para unas papas y un refresco, le dio una moneda de diez pesos, no traía cambio, le propuso dos vueltas, accedió, pero le comentó, que tal si no regresas con mi bicicleta, Sí regreso. Se fue, y sí regresó, pero al irse por la segunda vuelta ya no regresó. Le robaron su primera bicicleta, la mejor que tuvo, la que más quiso, su VAGABUNDO. Después tuvo otra, una de carreras, para pista, de marca italiana, una Benotto, que casi no uso.

1 comentario

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Una respuesta a “Vagabundo.

  1. jajaja,por lo menos no fue robo con violencia.

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