Anoche vino a mis sueños
un colibrí.
Me desveló por completo.
Ya había escuchado sobre él,
“El colibrí de los sueños”,
Huitzilopochtli.
Anidó en el lado izquierdo
de mi cerebro.
Intenté retenerlo para que
disipara esos sueños que
me aterran, que me desvelan.
Los que un cuervo negro y tuerto,
“Cacalotl”,
me siembra.
Esa noche Cacalotl
se encontraba dormido,
estaba atrapado en un sueño.
Huitzilopochtli me arrullaba con su aleteo.
Extraía esos sueños amargos
que Cacalotl sembró
en mi lado izquierdo del cerebro.
Cacalotl despertó.
Hutzilopochtli contra Cacalotl.
¡Qué batalla!
Colibrí contra Cuervo.
Cuervo contra Colibrí.
Mientras libraban la afrenta
Cuervo contra Colibrí,
Huitzilopochtli contra Cacalotl,
en mi mente, en mi imaginación,
en mis sueños… Desvelándome.
Me volteaba para un lado, para el otro.
Sudaba.
Trataba de conciliar el sueño.
Desperté.
Y allí estaban pelando,
en lo alto de mi habitación.
De pronto el cuervo calló.
Cerré los ojos y caí rendido.
Huitzilopochtli continúo
arrullándome con su armónico aleteo.
Volví a dormir,
a soñar de nuevo.
No más desvelos.
Dulces sueños,
Huitzilopochtli,
amo y señor de los dulces sueños.
Gracias por venir.